¿Qué son las creencias limitantes y cómo identificarlas a través del lenguaje?

Las creencias son una especie de fe o convencimiento ciego en que algo es «así porque sí», resultado de lo que vamos percibiendo y asumiendo como cierto a lo largo de nuestra experiencia de vida.
Tenemos creencias acerca de nosotros mismos, acerca de otras personas, de las relaciones, del dinero, del sexo, de cómo deben o no deben funcionar las cosas, el bien y el mal, lo posible y lo imposible, lo que nos merecemos o no nos merecemos…
Son grandes generalizaciones que nos ayudan a simplificar el mundo y que están muy relacionadas con la pertenencia. Si creo esto o lo otro, me permito pertenecer a un grupo de amigos, a una tendencia política que considero «éticamente correcta», a una comunidad, etc.
La gran peculiaridad de las creencias es que dirigen nuestra vida y lo que somos o no somos capaces de conseguir a lo largo de esta, teniendo una gran influencia en nuestra autoestima y en nuestras relaciones. Por eso, lo realmente importante de las creencias no es analizar si son verdaderas o falsas, correctas o incorrectas, sino si son útiles («si alguien puede hacerlo, yo también») o si, por el contrario, nos limitan en el momento actual («jamás encontraré a alguien que me haga feliz»), pues podrían haber sido útiles en el pasado («hay que obedecer a papá y a mamá») y, en un momento diferente de nuestra vida, pedirnos a gritos un cambio de enfoque («ahora me permito crecer, dejo a mis padres como los adultos que son y me centro en mi autonomía»).
Construimos esas primeras teorías o «verdades» acerca del mundo, de nosotros mismos y de los demás en nuestros primeros años de vida, influidos por nuestras figuras de referencia. Y, a medida que vamos ampliando nuestras experiencias, vamos adoptando nuevas creencias.
Por ejemplo, si nos muerde un perro de una determinada raza, podríamos llegar a pensar que todos los perros de esa raza son peligrosos. También podemos ampliar creencias por lealtad familiar, religión, moral, por influencia de la sociedad a la que pertenecemos, etc.
«Es de malos hijos no ir a casa por Navidad».
«para conseguir algo bueno hay que esforzarse».
«La forma correcta de poner el papel higiénico es hacia delante».
…
Ver esta publicación en Instagram
Creencias limitantes y bienestar
Las creencias limitantes nos complican la vida y, por regla general, dividen el mundo («lo mío es mejor que lo tuyo»), hasta que nos hacemos conscientes de ellas y nos atrevemos a desarrollarlas o eliminarlas, muy a pesar de nuestro ego.
Cuando las creencias están dirigidas hacia nosotros mismos, impedirán que nos enfoquemos en nuestro potencial, en cuyo caso, no pasaremos a la acción y, si acaso comenzásemos algo que esté basado en una creencia limitante, probablemente saldrá mal.
Esto último se describe con la conocida como teoría de la profecía autocumplida (o el efecto Pigmalión), que indica que el hecho de pensar que algo va o no va a ocurrir, aunque se base en una creencia falsa o infundada, aumentará las probabilidades de que se cumpla pues, inconscientemente, haremos todo lo que esté de nuestra mano para que se cumpla (técnicamente, dejando de prestar atención a los recursos que tenemos disponibles como seres humanos para que las cosas salgan bien).
Por ejemplo, si un jefe menosprecia las cualidades de uno de sus trabajadores y le da tareas «de poca monta» porque no cree en él, el trabajador no aprenderá nada nuevo ni crecerá profesionalmente, sintiéndose cada vez menos comprometido y desmotivado. Por tanto, el jefe confirmará que, efectivamente, «no sirve» para nada más.
Si cada uno de nosotros es capaz de restringir aquello en lo que cree, es igualmente capaz de elegir libremente hacer las cosas de forma diferente y considerar nuevas oportunidades con una mente abierta. Así se superan las creencias limitantes.
Las creencias limitantes en el lenguaje
El camino más práctico para detectar creencias suele encontrarse en la observación del lenguaje, un maravilloso detector de puntos ciegos de nuestra conducta. A continuación encontrarás algunos ejemplos de cómo se expresan las creencias limitantes a través del lenguaje:
Evidencias
Cuando decimos «te lo dije», «lo sabía», «se veía venir» y similares expresiones que evidencian o corroboran que algo ha sucedido conforme «sabíamos» que iba a suceder, apuntamos a creencias, habitualmente dirigidas a la falta de confianza que tenemos en los recursos propios o ajenos (se cumple la profecía).
Eso es desafortunadamente frecuente a la hora de educar, lanzando a nuestros pequeños frases que pronostican su fracaso como «te vas a caer», «te vas a manchar», «te vas a hacer daño», etc. en vez de otras más adecuadas y formuladas en positivo como «camina despacio» (para no caerte), «coge una servilleta» (por si te manchas) o «deja ese palo» (para evitar que te lo metas en un ojo).
Refranero popular
El refranero popular español está lleno de creencias limitantes como «quien bien te quiere, te hará llorar» (= normaliza el sufrimiento por amor), «piensa mal y acertarás» (= desconfía), «en boca cerrada no entran moscas» (= no te expreses), «tanto tienes, tanto vales» (= en la vida serás tratado en función de tu riqueza material) o «más vale malo conocido que bueno por conocer» (= resígnate, no crezcas).
El tiempo me limita
«No tengo tiempo para nada más», es otro ejemplo de cómo se materializa una creencia limitante en el lenguaje. Cuando me centro en que el tiempo, algo inamovible e imposible de ampliar, controla mi vida, directamente no pasaré a la acción ni haré nada de forma diferente.
En realidad, esta creencia, repetida por imitación, oculta grandes resistencias naturales al cambio (= no soy yo quien no quiere hacer algo, es el tiempo, pues no me dan más…) e indefinición de prioridades.
Puedes ampliar la información que nos da esta frase en el artículo que encontrarás en este enlace.
El dinero
«No tengo suficiente dinero». Cuando creemos que el dinero nos limita, pasamos a contemplarlo como un obstáculo en vez de una oportunidad, que es lo que realmente es si somos capaces de recortar, ahorrar o probar algo nuevo para conseguirlo.
Otros ejemplos
«No puedo», «no sé», «no soy capaz», «soy», «no soy», «imposible», «no me merezco» (por ejemplo, «soy un bailarín terrible»). Con este tipo de expresiones, dejamos de centrarnos en el potencial (por ejemplo, la opción de aprender algo nuevo), aunque también podemos estar apuntando al miedo al fracaso o a una protección contra el esfuerzo que no nos apetece llevar a cabo para adquirir una nueva habilidad («soy demasiado mayor para…»).
«Siempre», «todo», «nunca», «jamás» (cuantificadores). Por ejemplo, «jamás conseguiré ese trabajo», «todas las relaciones acaban mal», «nunca tendré éxito», etc. Igual que en el caso anterior, con este tipo de expresiones dejamos de mirar hacia las oportunidades y nos centramos en la imposibilidad de que existan alternativas.

Hola, me llamo Lorena y soy la creadora de Masvalebuenoporconocer.com donde encontrarás cursos, artículos y otros recursos que te ayudarán a identificar para mejorar tu experiencia de vida y los resultados que obtienes en esta mientras sigues creciendo.
Espero que mi contenido te inspire y deseo que te sientas feliz con lo que haces y hagas mucho de aquello con lo que te sientes feliz. Y si quieres apoyar mi proyecto, puedes invitarme a un café haciendo click aquí. Hasta la próxima, querido lector.