La sencilla escalera que subimos para adquirir una nueva habilidad (y el escalón en el que solemos tropezar)

La sencilla escalera que subimos para adquirir una nueva habilidad (y el escalón en el que solemos tropezar)

A la hora de enfrentarnos a un cambio que nos requiera adquirir nuevas habilidades, los seres humanos pasamos por distintas etapas.

Desde que creemos que lo sabemos todo y que no es necesario que aprendamos nada más, hasta que somos capaces de hacer algo nuevo sin que nos genere esfuerzo, es frecuente que nos topemos con resistencias propias que nos harán querer abandonar el proceso de aprendizaje (o abandonarlo, de hecho), aludiendo a lo malos que somos en esto o lo otro o a lo innecesario de cambiar, si con lo que hacemos «ya vamos tirando».

Por eso, conocer las etapas por las que pasamos en un proceso tal y en qué etapas encontraremos resistencias propias se hace tan clarificador, particularmente para ayudarnos a salir de ese cómo establecer objetivostipo de actitudes defensivas, o incluso autodestructivas, cuando nos enganchemos a ellas y dejemos de avanzar por elección. Un comportamiento que lo único que busca es protegernos de nuestra propia incompetencia (tranquilo, todos pasamos por ello 😉) pero que también nos impide evolucionar si no lo dejamos marchar.

Escalera del aprendizaje o de la competencia consciente

Los cuatro peldaños de esta escalera se encuentran directamente relacionados con la distinción entre mente consciente y mente inconsciente:

  • La mente consciente solo se responsabiliza del 5% de nuestro comportamiento, dejando el 95% a la mente inconsciente, pero es la encargada del desarrollo de la inteligencia y del aprendizaje y, por tanto, ha de involucrarse necesariamente en el proceso. ¿El principal problema? Mantenerse consciente a lo largo del día requiere grandes esfuerzos y, además, humildad pues, cuando nos hacemos conscientes de algo que no nos gusta, habitualmente lo negaremos o dejaremos de prestarle atención (¡a otra cosa!).
  • La mente inconsciente toma el control durante la mayor parte de nuestro día, lo cual nos ofrece grandes ventajas, como crear rutinas y ofrecer respuestas automáticas a estímulos corrientes para ahorrarnos energía en tareas cotidianas y que así podamos dedicarla a nuevos aprendizajes. ¿El principal problema? Los hábitos inconscientes no siempre son los más adecuados para cada individuo o contexto.

Veamos esos cuatro escalones en detalle y, a continuación, un caso práctico para comprenderlos mejor:

etapas del aprendizaje

Los individuos reaccionamos al cambio en los dos escalones conscientes (2 y 3). Es decir, la montaña rusa de las resistencias (justificaciones, agresividad, negación, abandono…) comienza cuando nos hacemos conscientes de nuestra incompetencia y continúa, en menor medida, en el escalón en el que nuestra mente todavía requiere un esfuerzo consciente extra y mucha práctica.

Aprenderemos algo nuevo si conseguimos enfrentarnos a la vulnerabilidad de sentirnos incompetentes y llegamos a la parte superior de la escalera (al peldaño de la competencia inconsciente), aquella que se alcanza si practicamos algo el tiempo suficiente para que seamos capaces de realizarlo sin pensar en ello.

Es en el peldaño 2 en el que se producen las mayores tasas de abandono en el aprendizaje, donde llegan las justificaciones que nos permitirán mirar hacia otro lado para quedarnos como estábamos durante un tiempo más. Conocer que las resistencias ocurrirán de forma inevitable, nos ayudará a encontrar la motivación para continuar al siguiente escalón sin desilusionarnos o tirar la toalla.

Un caso práctico: aprender a conducir

  1. Incompetencia inconsciente: soy, por ejemplo, un niño pequeño que viaja en el asiento de atrás de un coche y no tengo ni idea de que no sé conducir. No sé conducir (está claro) pero, como no tengo la necesidad de hacerlo, ni me preocupa ni pienso en ello.
  2. Incompetencia consciente: he cumplido los 18 años y quiero aprender a conducir, así que me monto en un coche como conductor. Me hago consciente de mi incompetencia al volante, con las marchas, con todas las luces del salpicadero… Mi visión inocente de la «felicidad de la ignorancia» se hace pedazos, así que me apunto a una autoescuela. Podría ocurrir que, en el proceso, me diga «soy malísimo en esto», «las marchas manuales me vuelven loca», «mi profesor no me enseña bien», etc. En este momento, soy capaz de sujetarme a cualquier idea que me permita el abandono («¿para qué necesito conducir si mi madre me lleva a todas partes?» o «en realidad, en Madrid, puedo moverme en Metro»). Alternativamente, seguiré aprendiendo.
  3. Competencia consciente: he aprendido a conducir, pero todavía lo hago con toda mi atención en la causa y con los cinco sentidos en marcha. Soy consciente de cuando pongo el intermitente, me paro en seco para mirar por el retrovisor, etc. ¡Salgo del coche agotado!
  4. Competencia inconsciente: soy capaz de conducir un coche sin pensar en ello, lo hago de forma automática y no me cansa. Soy capaz de escuchar la radio, de pensar en mis cosas y hasta de mantener una conversación con el copiloto mientras conduzco, lo cual no me requiere atención extra.
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