El poder de ser preciso al hablar para evitar conflictos relacionales

El poder que tiene el lenguaje para influir en nuestros pensamientos y en nuestras relaciones es inmenso, un poder que puede servir de “magia blanca” o de “magia negra”.
La “magia negra” ocurre cuando las relaciones sencillamente nos confunden, cuando surgen malentendidos, roces, desacuerdo… de forma habitual y no acabamos de comprender por qué. Podría ser una buena señal para que ampliemos la forma en la que nos comunicamos utilizando el lenguaje como palanca.
Lenguaje específico sensorialmente versus lenguaje impreciso y abstracto
Distingamos en este punto la existencia de un lenguaje específico sensorialmente, basado en aquello que podemos captar con nuestros sentidos, y de un lenguaje abstracto o impreciso, cuyo significado no depende de lo que seamos capaces de captar sensorialmente, sino de nuestras creencias y experiencia individual.
Por ejemplo, “me estás apuntando con el dedo índice” es un enunciado que describe algo de forma precisa sensorialmente (aquello que podemos ver, oler, escuchar, sentir o saborear) y con el detalle suficiente para que la otra parte sepa lo que está pasando sin tener que encontrar un significado personal en su mundo interior. El lenguaje sensorial, por tanto, favorece el acceso a imágenes, sonidos y sensaciones que prácticamente somos capaces de señalar a nuestro alrededor en el momento presente.
Un enunciado como “tienes una actitud de superioridad”, sin embargo, sería impreciso o abstracto, pues no ofrece detalles “señalables” de qué es lo que el otro hace para que el emisor lo catalogue como “actitud de superioridad”. Se trata de un lenguaje vago, inespecífico, que deja todo margen a la subjetividad y a la interpretación personal de la realidad, un lenguaje que, necesariamente, llama a imágenes, sonidos y sensaciones acumuladas del pasado (¿qué entiendo yo como “actitud de superioridad” en base a mi experiencia de vida?).
Añadamos, a los ejemplos anteriores, a dos personas (A y B) que discuten acaloradamente. A levanta el dedo de forma inconsciente, lo cual incomoda a B, que no puede superar el hecho de ver un dedo levantado frente a su cara, lo evalúa como un gesto de superioridad inaceptable y verbaliza “deja de comportarte como un ser superior”.
El lenguaje de B es lo suficientemente abstracto como para que A no sepa que “comportarse como un ser superior” se refiere a su dedo, pues está cargado de juicio, y el juicio, al igual que le ocurre a B con el dedo, le pone a la defensiva y la comunicación se hace inviable.
En esta conversación, la clave no es que B “salte” a una aparente provocación de A, sino que B se salta una parte observable de la realidad en su comunicación (el dedo frente a su cara), la cual hubiera resultado imprescindible para que el juicio no hubiese tenido lugar y el comportamiento de A hubiese podido ser modificado con el objetivo de favorecer la continuidad de su charla.
Al ignorar información relevante sobre el aquí-ahora para la solución del problema y no ofrecer a A señal alguna en la que basar una acción constructiva, la cosa se complica.
De hecho y, en contra de todo pronóstico, no es el dedo de A lo que enfada a B, sino una experiencia anterior que B ha relacionado negativamente con el dedo levantado. Y esa es la gran pista que nos da la ausencia de lenguaje sensorial en situaciones de conflicto: no te comunicas con el que tienes enfrente, sino con tus propios temas sin resolver.
Sin lenguaje específico, estoy percibiendo de forma parcial o errónea la realidad para encajarla en lo que tiene sentido para mí, no para entender lo que está ocurriendo.
A: “Deja de comportarte como un ser superior” ❌ (lenguaje abstracto o evaluativo)
A: “Deja de apuntarme con el dedo índice” 💡(alternativa facilitadora gracias al lenguaje específico)
El final hubiera sido muy diferente si B hubiese elegido una frase específica y descriptiva sensorialmente para expresar el hueco que deja de expresar. Por ejemplo, si B hubiese mencionado “deja de apuntarme con el dedo índice”, probablemente hubiera evitado entrar en la montaña rusa de interpretaciones personales que dificultan la fluidez en la comunicación. También si A hubiese preguntado “pero, ¿qué estoy haciendo con mi cara, con mi cuerpo o con mi voz que interpretas como “comportarse como un ser superior?”.
Cómo utilizar el lenguaje específico sensorialmente a tu favor
El lenguaje abstracto puede ser muy poderoso si se utiliza de forma consciente y/o creativa, pero ya has visto que resulta totalmente desaconsejado en “modo automático”, pues es tremendamente provocador y necesariamente recurre a significados derivados de experiencias pasadas que pueden no tener nada que ver con lo que está ocurriendo en la realidad presente (la tónica de las relaciones que, por defecto, no fluyen). En estos casos, cuanta mayor claridad sensorial exista en el lenguaje, menor espacio para la subjetividad, por consiguiente, para los malentendidos y para el desacuerdo.
Un truco para comenzar a ser específico en una situación en la que empieces a darte cuenta de que estás a punto de saltar al juicio interior sin comprender lo que está pasando a tu alrededor, es preguntarte: “¿qué veo, qué escucho, qué siento?”. Cuantos más detalles recopiles, mejor. Y, después, trasládaselos a tu interlocutor sin juicio, desde el “yo”: “yo siento…” versus “tú me haces sentir…” (“observo que…”, “siento que…”, “parece que…”, “por tus palabras, ¿estoy en lo cierto si digo que…?”).
Es imprescindible buscar la acción anterior a la reacción, desdramatizando el momento presente mientras tomas conciencia y reorientas la energía, sin culpar al de enfrente, para comprender que reaccionas de ese modo ante ciertos estímulos “por elección”.
Si sientes que la situación se te va de las manos, también sería poderoso captar al otro con una frase como “¿pero qué es lo que está ocurriendo aquí?”, invitándole a parar en seco y observar el momento presente junto a ti.
Practicar la conciencia sensorial y la autoobservación en la comunicación interpersonal no requiere estar en el medio de un conflicto. Si el conflicto ya ha pasado y te ha pillado sin reflejos, también podrías reflexionar acerca de qué has visto, escuchado o sentido justo antes del juicio que verbalizaste o en el que pensaste. Esto te ayudará a ser más consciente del estímulo que te “provoca”, para poder trabajarlo por tu cuenta.
Ejemplos “provocadores” del lenguaje y alternativas conscientes
Ser específico no va de añadir literatura a los juicios, sino detalles que faciliten las tomas de conciencia compartidas. Por ejemplo, “eres un chulo tremendo, eres más chulo que un ocho”, no es lenguaje sensorial, por mucho que lo adornemos.
- V1. ¡Ya estás otra vez enfadado! ❌ (lenguaje abstracto o evaluativo)
- V2. ¿Podrías bajar la voz? 💡(alternativa con lenguaje específico)
En el ejemplo anterior, A advierte un cambio de tono en la conversación con B y, en lugar de saltar a ponerle nombre, lo cual imposibilitaría la fluidez, describe lo que ocurre (el paso anterior a su juicio) para que B tenga la oportunidad de cambiar su comportamiento y ambos puedan seguir conversando.
- V1. Eres ridículo ❌ (lenguaje abstracto o evaluativo)
- V2. He observado que te ríes cuando me pongo a llorar, ¿podrías dejar de hacerlo pues me siento violenta? 💡(alternativa con lenguaje específico)
A observa que B ríe cuando llora y eso la provoca. En lugar de insultarle, se mueve un paso antes del juicio para hacerse consciente de que las risas cuando está llorando, le generan conflicto interior. Entonces pide a B un cambio de comportamiento, haciéndole conocedor de sus sentimientos, de forma paralela.
- V1. ¡Me vuelves loco! / Me haces sentir mal❌ (lenguaje abstracto o evaluativo)
- V2. Me enfada que las personas se marchen cuando estoy hablando todavía, ¿podrías esperar a que acabe, por favor?💡(alternativa con lenguaje específico)
B suele dejar a A “con la palabra en la boca”. A se enfada cuando eso ocurre, no solo cuando ocurre con B, sino sea quien sea su interlocutor. En lugar de culpar a B de su particularidad emocional, describe lo que siente y le pide, específicamente, su colaboración.
En definitiva, necesitamos volver a aprender la habilidad de escuchar lo que realmente se dice y contrastar cada frase con la realidad sensorial, así como encontrar el equilibrio entre las palabras dichas y las señales no verbales que las acompañan. En caso de incongruencia, confirmar las impresiones de forma verbal.

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