“Si te permites sentir, tu hijo se permitirá sentir”, la frase que lo cambió todo

“Si te permites sentir, tu hijo se permitirá sentir”, la frase que lo cambió todo

La educación de un hijo puede verse como una montaña demasiado alta cuando pasas a ser consciente de tu influencia como modelo de conducta en él, especialmente cuando empiezas a ver reflejadas, de una forma más o menos explícita, tus actitudes y comportamientos ante la vida en sus propias actitudes y comportamientos.

Entonces preferirías esconder la cabeza bajo tierra cual avestruz para negar el problema antes de admitir tu parte de culpa y darte cuenta de que no tienes ni idea de por dónde empezar a cambiar tantos años de hábitos mejorables. “¿Y ahora qué hago?”, me pregunté yo.

No tenía ni idea de por dónde continuar. Afortunadamente, la vida me regaló una serie de catastróficas desdichas concatenadas que me hicieron abrazar el cambio interior como el único camino posible y entonces encontré la respuesta en otra pregunta: “¿cómo que qué hago yo?”.

Fue durante una dinámica de grupo a la que asistí “buscando respuestas”… Todo estaba yendo como la seda hasta que, de repente y sin verlo venir, alguien me dirigió un comentario cargado de mala baba y me cerré sobre mí misma. De una forma bastante obvia estaba conteniendo mis emociones. Tenía unos deseos irrefrenables de salir corriendo y mi mente repetía de forma constante “no llores, parecerás idiota”, “aguanta, esto ya se acaba y te irás sin mirar atrás”. Entonces alguien me dijo en voz baja: “si te permites sentir, ser tú misma, tu hijo se permitirá sentir”.

Podía haber leído aquella frase con anterioridad y haberme parecido de lo más sensata (la coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos), también podía haberme resistido a ella, aseverando estar totalmente en control de ser quien era pero, en ese precioso momento, comprendí su fuerza y dejé de sentirme avergonzada por querer llorar. ¡¡La respuesta estaba en mí!!

No importa cuántas veces le hubiese repetido a nuestro hijo “¿qué te pasa, hijo?, exprésate”, “papá y mamá quieren ayudarte, cuéntanos cómo te sientes”, que seguiríamos recibiendo un “no” por respuesta si reprimíamos nuestras emociones reiteradamente, si seguíamos pidiendo “perdón” cada vez que nos poníamos a llorar o excusándonos con frases como “tranquilo hijo, todo está bien”. Si yo no me permitía sentir y expresar lo que sentía, ¡¡él no se permitiría sentir!!

Cuando fui capaz de ver, con tanta claridad, que me había convertido en un modelo de conducta para él, comprendí que no estaba “atrapada” por la maternidad, al contrario, nuestro hijo me estaba ayudando a convertirme en una adulta libre, permitiéndome encontrar los puntos ciegos de mi vida que no había sido capaz de encontrar tras décadas mirando al pasado de forma agotadora. Él me estaba diciendo: “si tú te permites…”. ¡Solo tenía que darme permiso!

Aquella toma de conciencia fue un inmenso regalo que me hizo comprender la grandeza de la maternidad y la magnitud de mi rol como madre. Entonces elegí cambiar y darme permiso para sentir y para expresar la riqueza de mis emociones, empezando por conocer mis emociones (un gran melón que todavía me encuentro saboreando 😄) y extendí esta gran toma de conciencia al resto de mis comportamientos y creencias limitantes (a medida que iba siendo consciente de ellas), comprometiéndome con la maternidad con gratitud y estando cada vez más receptiva a nuevas oportunidades de cambio.

Todos hemos tenido modelos de conducta (padres, abuelos, profesores…) que lo hicieron lo mejor que lo pudieron hacer pero que, con sus comportamientos y creencias, nos influyeron inconscientemente en nuestros propios comportamientos y creencias, muchos de ellos aparentemente inofensivos y que aceptamos como algo absolutamente normal (como salir del lugar en el que te encuentras para no permitirte llorar en público), hasta que las vemos reflejadas en nuestros hijos y eso nos hace sentir el dolor que no nos permitíamos sentir en nosotros mismos, regalándonos la oportunidad de cortar la cadena y crecer como personas.

Los hijos nos obligan a crecer, aunque inicialmente opongamos resistencias, lo cual supone mucha renuncia del ego y humildad para abrirse al cambio continuo 🤷‍♀️, pero también nos regalan una gran motivación: ellos se merecen un futuro emocional mejor.

¡Muestra tu reacción!
+1
24
+1
58
+1
0
+1
2
+1
0


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *