Si te permites sentir, tus hijos se permitirán sentir

Si te permites sentir, tus hijos se permitirán sentir

La educación de un hijo puede verse como una montaña demasiado alta cuando pasas a ser consciente de tu influencia como modelo de conducta en él, especialmente cuando empiezas a ver reflejadas, de una forma más o menos explícita, tus actitudes y comportamientos ante la vida en sus propias actitudes y comportamientos.

Entonces preferirías esconder la cabeza bajo tierra cual avestruz para negar el problema antes de admitir tu parte de responsabilidad para darte cuenta de que no tienes ni idea de por dónde empezar a cambiar tantos años de hábitos mejorables.

«¿Y ahora qué hago?», me pregunté yo. No tenía ni idea de por dónde continuar. Afortunadamente, la vida me regaló una serie de catastróficas desdichas que me dirigieron hacia la única respuesta posible: permitirme vivir.

Mi forma predilecta de vivir antes de ser madre era reprimir mis emociones para fingir una cierta perfección (yo no quería ser vista como una carga, sino mimetizarme con todo, hacer «lo mío» y desaparecer…). La vida, sin embargo, me demostró que no existía coherencia entre lo que pensaba, lo que sentía y lo que hacía, y lo hizo a través de nuestro hijo.curso emociones

En esas circunstancias, no importa cuántas veces le hubiese repetido «¿qué te pasa, hijo?, exprésate», «papá y mamá quieren ayudarte, cuéntanos cómo te sientes», que seguiríamos recibiendo un «no» por respuesta si nosotros mismos reprimíamos nuestras emociones reiteradamente, si seguíamos pidiendo «perdón» cada vez que nos poníamos a llorar, si no nos permitíamos ser humanos…

Si yo no me permitía sentir y ser yo misma, él tampoco se permitiría hacerlo.

Cuando fui capaz de ver que me había convertido en un modelo de conducta para él, comprendí que «solo» tenía que darme permiso para vivir, expresar la riqueza de mis emociones y ser imperfecta. Así se lo estaría dando también a él.

Aquella comprensión fue un inmenso regalo que me ayudó a entender la grandeza y la magnitud de mi rol. Entonces me comprometí con la maternidad con gratitud, estando cada vez más receptiva a nuevas oportunidades gracias a él.

Todos hemos tenido modelos de conducta (padres, abuelos, profesores…) que lo hicieron lo mejor que lo pudieron pero que, con sus comportamientos y creencias, influyeron en nuestros propios comportamientos y creencias, muchos de ellos aparentemente inofensivos y que aceptamos como algo absolutamente normal (como no permitirse llorar en público), hasta que los vemos reflejados en nuestros hijos y eso nos hace sentir el dolor que no nos permitíamos sentir en nosotros mismos, regalándonos la oportunidad de cortar la cadena y crecer como personas de una vez por todas.

Los hijos nos obligan a crecer, aunque inicialmente opongamos resistencias 🤷‍♀️, lo cual supone mucha renuncia del ego y humildad para abrirse a uno mismo…, pero también nos regalan una gran motivación para hacerlo: ellos se merecen un futuro mejor.

¡Muestra tu reacción!
+1
24
+1
60
+1
0
+1
2
+1
0


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *