Entendiendo cómo te comunicas, entenderás por qué se complican tus relaciones

Entendiendo cómo te comunicas, entenderás por qué se complican tus relaciones

Damos por hecho que, para comunicarnos, compartimos una especie de «etiquetas objetivas» de forma oral y escrita en distintos idiomas y que, en ocasiones, movemos el cuerpo para hablar o saludar, pero la comunicación es un amplio proceso que va mucho más allá del lenguaje verbal y no verbal que utilizamos para comunicarnos.

Todo lo que hacemos y sentimos es, de hecho, un acto de comunicación que vincula necesariamente los planos físico, psicológico y lingüístico. O, dicho de otro modo, la comunicación es un proceso neurolingüístico que determina cómo pensamos, sentimos y actuamos y que, por tanto, define cómo nos relacionamos con la con la vida, con nosotros mismos y con los demás.

El modelo de comunicación humana

modelo de comunicación humana
La comunicación comprende el proceso que va desde que la realidad exterior nos ofrece un estímulo perceptible al que prestamos atención gracias a los sentidos (un árbol, una pelea, el sonido de la nevera, una frase, un grito, un llanto, una persona que pasa…) hasta que respondemos o reaccionamos de forma específica a ese estímulo en función del significado interno que le hayamos dado. Una respuesta que, a su vez, se convierte en un nuevo estímulo para continuar o paralizar la comunicación.

Según este proceso, probablemente viviríamos en un mundo en sintonía si todos prestásemos atención a los mismos estímulos y si el significado que diésemos a esos estímulos fuese idéntico y saludable, pero no lo hacemos, porque la atención y el significado dependen de las habilidades de cada persona de percibir el mundo, y yo tengo mi manera de percibir y tú tienes tu manera y, aunque se puedan parecer, será distinta a la mía.

Esto hace que sea bastante corriente que distintos individuos respondamos de manera diferente a muchos estímulos idénticos. Y, precisamente por ello, tenemos tendencia a pensar que nuestra respuesta es «la correcta» y la de los otros no. Aunque lo cierto es que, según el modelo de comunicación humana, todas las respuestas son correctas y las verdades absolutas tan son un invento del ego.

Todo es subjetivo, aunque el estímulo sea el mismo

Imagínate a una persona caminando por la calle (persona A) que saluda a otra en la acera de enfrente (persona B). La persona B no devuelve el saludo a la persona A y, a continuación, desaparece corriendo a toda velocidad.

La persona A llega a casa indignada y relata cómo su vecina (la persona B) la «ha hecho sentir ignorada». «Ya sabía yo que era imposible hacer amigos en un barrio como este», añade a su pareja antes de ponerse a llorar.

En la transacción comunicativa anterior, la persona A está dejando de prestar atención a la ropa de deporte y a los auriculares de la persona B, por tanto, da un significado específico a la ausencia de saludo basado en su creencia de que en un barrio de clase social alta no se entenderá con las personas. Por tanto, su experiencia será totalmente diferente a la experiencia vivida por la persona B, que veremos a continuación.

¿Qué proceso de comunicación vive la persona A? (simplificado)

Estímulo: ve a la persona B al otro lado de la acera.

Respuesta: saluda.

Estímulo: ve a la persona B salir corriendo.

Respuesta: siente malestar, se siente ignorada, camina a casa con rencor y se queja, confirmando una creencia personal previa.

¿Qué proceso de comunicación vive la persona B? (simplificado)

Estímulo: escucha que la segunda canción de su lista empieza a sonar.

Respuesta: comienza a entrenar.

¿Por qué perciben ambas una realidad distinta?

En este ejemplo, ambas personas se centran en estímulos diferentes, dan un significado concreto a ese estímulo, basado en su propia experiencia y creencias personales, y responden en función de ese significado.

Aquello a lo que prestamos atención y el significado que damos a lo que prestamos atención («mi percepción de la realidad» en la imagen superior) se convierte, por tanto, en la piedra angular de nuestra experiencia y condiciona nuestras respuestas, estando limitado por nuestros sentidos y otros filtros perceptuales (nuestra historia personal o experiencia acumulada, que nos servirá de marco de referencia del mundo).

Cada una de las personas del ejemplo, filtra ciertas partes de la escena, ignorando características de la situación aquí-ahora en función de sus marcos de referencia, lo cual condiciona el resultado de su comunicación y la experiencia de cada una de ellas.

Para B, el marco de referencia «haber crecido en una gran ciudad en la que la gente va a lo suyo», condiciona su conducta y a qué presta atención cuando sale de casa para hacer deporte. Para A, es el marco de referencia «haber crecido en una aldea en la que no ser saludado de vuelta era motivo de rechazo y haberse sentido rechazada por gente que consideraba superior» es lo que condiciona el resultado de su comunicación.

Pongamos otro ejemplo. Si veo a alguien escupir en la vía pública (estímulo) y sigo caminando mientras pienso en mis cosas (respuesta), he prestado atención al estímulo «escupir en la calle», pero como el significado que le he dado estaba condicionado por mis filtros culturales (soy chino y, en mi país, se trata de una costumbre habitual), mi respuesta es la de no darle mayor importancia.

Si, por el contrario, mi respuesta hubiese sido un pensamiento como «qué guarro» acompañado de la sensación de asco y de apartarme a la otra acera, mi significado podría también haber estado condicionado por mis filtros culturales y ser totalmente distinto, pues soy español y esto se considera de mala educación en mi país.

Pregúntate ahora por qué no hemos reaccionado todos por igual al estímulo «pandemia global». Pues porque los significados que damos a los mismos estímulos, los pensamientos, emociones y comportamientos que siguen a esos significados y, finalmente, las respuestas en las que desembocan, difieren en función de los marcos de referencia que condicionan la percepción de la realidad de cada cual, marcos totalmente individuales y, aunque se parezcan a los de otros individuos, jamás dos marcos de referencia idénticos.

¿Y si el estímulo es el lenguaje verbal?

Uno podría pensar ahora que el significado que damos a los estímulos es subjetivo menos en el caso de que sea el propio lenguaje. Es decir, cuando usamos palabras, asumiendo que compartimos idioma y ese es el estímulo de nuestra comunicación, se presupone que todos deberíamos entendernos de forma más o menos fluida. Pero esto tampoco ocurre así, pues los significados que damos al lenguaje también es subjetivo.

Por ejemplo, si te digo una frase sencilla, lo suficientemente libre de carga emocional como «mi gato sonríe», la comprendes ¿verdad? Piensa ahora en el «gato» de mi enunciado, cierra los ojos y recopila todos los detalles antes de continuar. Y ahora dime, ¿se parece la imagen mental de tu gato a mi gato? (pulsa aquí para verlo)

Has podido experimentar por ti mismo cómo, en el proceso de percepción de un estímulo en forma de lenguaje, el significado y la experiencia resultante son también subjetivos y contextuales.

Entender una frase o palabra no significa entender la realidad en sí, porque el significado no existe dentro de las palabras, sino que nace de las asociaciones internas de cada individuo, tras una vida llena de asociaciones previas dependientes de su experiencia personal.

¿Qué es un gato para ti?, ¿crees que, si piensas en uno, le darías el mismo color, textura, olor, tamaño, postura, forma… a tu imagen mental que yo? Es difícil que ocurriese pues se trata de asociaciones neurolingüísticas (contienen imágenes, sonidos, olores, sabores y sensaciones internas = «neuro-«, así como las palabras y significados que asociamos a esas imágenes = «-lingüísticas»), ambos al mismo nivel. Es decir, solo en esas asociaciones ocultas en cada individuo, encontraremos los significados que cada uno acumulamos para cada porción de lenguaje, no el significado «real» o único.

¿Cómo saber, por ejemplo, lo que yo entiendo cuando utilizo un término más abstracto como «familia» en la frase «voy a la playa en familia»?, ¿sabrías a lo que me refiero si no accedes a mi mente?, ¿qué es la «familia» para mí? Mi concepto de familia no será «la realidad», sino mi representación interna de la palabra «familia», lo cual no impedirá que sientas que nos «comprendemos», aunque lo que realmente estés haciendo sea interiorizar tu propio significado de la palabra «familia» para ello.

Digamos que, cuando conversamos con otra persona, particularmente cuando el lenguaje no es lo suficientemente específico, este nos hipnotiza, invitándonos, a través de las palabras, a nuestra propia experiencia acumulada y sacándonos del aquí-ahora. Y esta es la clave de los malentendidos y de los conflictos emocionales surgidos de las relaciones.

En la mayor parte de las ocasiones, tenemos en mente algo completamente diferente a lo que tenga en mente nuestro interlocutor, incluso cuando nos encontremos hablando del mismo tema.

Piensa de nuevo en «mi gato». Estoy segura de que tu primera interpretación de «mi gato sonríe» fue extraña. «¿Cómo puede sonreír un gato?», podrías haber pensado. Ese pensamiento quizás repercutiese en un juicio («está loca») o en otro tipo de reacción, como una carcajada. Ambas serían respuestas derivadas de tu percepción del mundo, la cual se habrá ampliado al ver la imagen y comprender que mi enunciado tiene todo el sentido para mí (así como tu reacción lo hubiera tenido para ti).

Podríamos decir que no comprendemos lo que los otros dicen, sino que recogemos algunos de los términos y los llevamos a nuestro mundo interior para contrastar nuestra experiencia con los mensajes recibidos y, en función del resultado, damos una respuesta u otra. Y esto es igual con el lenguaje no verbal, por mucho que algunos profesionales en la materia se empeñen en «cerrar significados» para estímulos no verbales concretos.

Si yo he asociado, de pequeño, el estímulo «levantar un dedo» con la respuesta «ser pegado físicamente», cada vez que me levanten un dedo al hablar conmigo, sentiré miedo a ser agredido y, probablemente reaccione con ira o similar. Son asociación internas que generan emociones y respuestas concretas para personas específicas, pero no se puede generalizar, pues es nuestra experiencia la que aporta el significado.

Por eso se hace tan importante practicar lo que se conoce como «comunicación consciente», es decir, evito reaccionar automáticamente cuando la situación lo permite y elijo responder en base a la observación del aquí-ahora, abriéndome a la posibilidad de que mis significados internos a los estímulos del otro quizás no sean el significado «real» y adquiriendo habilidades de comunicación como el ser lo más específico posible al hablar.

La película interna que dirige nuestra experiencia

Aquello a lo que prestamos atención y los significados que damos a lo que prestamos atención a lo largo de nuestra vida, se va almacenando en lo que en Programación Neurolingüística denominamos «mapas neurolingüísticos» o «mapas mentales», que constituyen nuestra forma de ver la vida o película interna del mundo con la que contrastamos todo lo que nos pasa.

De forma metafórica, cada uno de nosotros posee un conjunto de mapas del terreno por el que se mueve, a los que recurre para decidir cómo actuar ante cada estímulo concreto.

Utilizamos unos mapas u otros según el contexto, derivando en una respuesta diferente así nos encontremos en el trabajo, en una relación de pareja, en casa con los niños, con los amigos, de vacaciones, etc. Por ejemplo, podríamos experimentar palpitaciones por llegar tarde al trabajo y estar totalmente tranquilos cuando llegamos tarde a una reunión familiar.

Estos mapas contienen definiciones del mundo, del yo y de los otros, lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto, sencillo o difícil, peligroso o seguro, justo o injusto, limpio o sucio… creencias que consideramos necesarias para nuestra supervivencia y que requieren actualizarse de forma continua, aunque inicialmente nos parezca todo lo contrario (no existen las «verdades absolutas», pero creeremos en ellas…).

Ahora podrías pensar, «¡perfecto! Mi percepción de la realidad es mi Google Maps y Google Maps es perfecto»… Y eso lo piensas porque no has viajado a Islandia en coche y has estado a punto de despeñarte por un acantilado que «el mapa» consideraba una carretera transitable…🤷‍♀️

«El mapa no es el territorio»; Alfred Korzybski.

Digamos que nuestros mapas, al igual que Google Maps, omiten información, se desactualizan y/o contienen «errores» o ediciones incorrectas. Es decir, los mapas distorsionan la realidad.

Veremos más oportunidades, sufriremos menos expectativas (creo que va a pasar algo o que alguien va a actuar de cierto modo en función de mis mapas) y tomaremos mejores decisiones cuánto cuantas más opciones incluyan nuestros mapas.

Si los mapas se encuentran distorsionados en áreas críticas de nuestra vida, son pobres, imprecisos para ciertas tareas o necesidades, radicalmente distintos a los de aquellos con los que nos relacionamos o no nos llevan donde queremos ir (pensamientos, emociones, resultados…), nos limitarán. Es decir, la mayor parte de nuestros problemas surge de nuestra forma de ver el mundo, de nuestros mapas.

Imagina que en tu mapa falta una calle necesaria para llegar al parque al que quieres dirigirte desde tu casa para pasar la tarde. Como no existe el camino en el mapa, no verás la oportunidad de llegar al parque y te quedarás sentado en el sofá haciendo otra cosa, como ver la tele. Tu decisión estará justificada porque «no puedo llegar al parque». Pero, si amplías tu pensamiento, puedes decirte «espera, es posible que mi mapa se encuentre desactualizado, por tanto, saldré de casa para ver si ese camino estaba ahí o si existe otro modo de llegar, pues hay personas que lo han hecho antes que yo, entonces ¡es posible hacerlo!».

Los mapas, como cualquier mapa, han de ser actualizados frecuentemente para ser útiles, y «actualizar» aquí significa ampliar tu forma de pensar y adquirir nuevas herramientas para percibir el mundo y comunicarte de una forma más saludable.

Tu percepción, tu mapa, se amplía cuando te abres a nuevas posibilidades, particularmente cuando dejas de pensar que tu mapa es la única opción correcta y el de los demás necesita ser actualizado.

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