Entendiendo cómo nos comunicamos entenderás por qué se complican las relaciones (incluso contigo mismo)

Damos por hecho que, para comunicarnos, soltamos una especie de “etiquetas objetivas” por la boca en distintos idiomas y que, en ocasiones, movemos los brazos para hablar o saludar, pero la comunicación es un proceso mucho más amplio que define nuestro bienestar y que comienza por la distinción fundamental entre percepción y realidad.
Desde esta premisa básica, probablemente viviríamos en un mundo en sintonía si todos percibiésemos la realidad del mismo modo y lo hiciésemos de forma saludable, pero no lo hacemos. Comprobemos esta afirmación con ejemplos.
Si te digo una frase sencilla, lo suficientemente libre de carga emocional como “mi gato sonríe”, la comprendes ¿verdad? Piensa ahora en el “gato” de mi enunciado e imagina su color, su textura, su olor, su tamaño, su postura, la forma en la que “sonríe”… Cierra los ojos y recopila todos los detalles antes de continuar. Y ahora dime, ¿se parece la imagen mental de tu gato a mi gato? (pulsa aquí para verlo)
Entender un mensaje o una palabra no significa entender la realidad en sí, porque las palabras, al igual que cualquier otro estímulo, no tienen significados objetivos, sino subjetivos, que resultan de una serie de asociaciones internas, tras una vida llena de asociaciones previas totalmente dependientes de nuestra experiencia individual. En esas asociaciones, acumuladas en nuestra mente, encontraremos un significado que tenga sentido para nosotros, no el significado “real”.
¿Cómo saber, por ejemplo, lo que yo entiendo cuando utilizo un término más complejo como “familia” en la frase “voy a la playa en familia”?, ¿sabrías a lo que me refiero si no estás en mi cabeza ni has vivido mi experiencia?, ¿qué es la “familia” para mí? Tu concepto de familia no será “la verdad”, sino tu representación interna de la palabra “familia”, que no existe por sí misma en la realidad, sino en el pensamiento de cada individuo (el tuyo, el mío, el de más allá…).
Efectivamente. Cada uno de nosotros interpreta la realidad de forma subjetiva y totalmente individual en función de una serie de filtros muy particulares de los que te hablaré más abajo. Y esos filtros nos hacen vivir experiencias totalmente diferentes pues, así como perciba la realidad tras filtrar un estímulo (mi interpretación o significado de ese estímulo), así responderé a esta (nota la diferencia entre “responder a la realidad” y “responder a MI percepción de la realidad” 🙌).
Cuando conversamos con otra persona y creemos que la entendemos, es porque estamos proyectando nuestra propia percepción del mundo en el otro. No es difícil, piensa de nuevo en “mi gato”. Estoy segura de que tu primera interpretación de “mi gato sonríe” fue extraña. “¿Cómo puede sonreír un gato?”, podrías haber pensado, y ese pensamiento quizás repercutiese en un juicio (“está loca”) o en otro tipo de respuesta, como una carcajada.
Si estuviésemos manteniendo una conversación emocionalmente cargada, quizás tu respuesta te hubiese impedido seguir escuchando. Una respuesta que apunta al mismo estímulo (“mi gato sonríe”), pero que repercute en una u otra experiencia en función del significado que se deriva de las distintas percepciones individuales de la misma realidad.
Y esto nos enseña una gran verdad a la hora de relacionarnos con el mundo (al menos desde mi percepción de la realidad 😉), y es que no existen las verdades absolutas, sino mi percepción versus el resto de percepciones.
Tómate unos segundos para comprender el modelo de comunicación humana, sintetizado en la siguiente imagen. Este modelo te ayudará a tomar conciencia del proceso desde que la realidad te ofrece un estímulo perceptible al que prestas atención gracias a tus sentidos (un árbol, una pelea, el sonido de la nevera, un grito, un llanto, una persona que pasa…), hasta que respondes a ese estímulo de forma específica. Un proceso que determina cómo percibimos, pensamos, sentimos, actuamos y nos relacionamos y que, por tanto, tiene influencia directa en nuestros resultados y en nuestra experiencia vital.
Mi percepción de la realidad no es la tuya, pero tampoco es la realidad en sí
De forma metafórica, digamos que, cada uno de nosotros, posee un conjunto de mapas mentales del terreno por el que se mueve, a los que recurrimos para decidir cómo actuar ante cada estímulo concreto. Estos mapas, además de dirigir nuestras decisiones, producen nuestras expectativas (creo que va a pasar algo o que alguien va a actuar de cierto modo, en función de mi representación interna del mundo).
Utilizamos unos mapas u otros según el contexto o marco de referencia, derivando en una respuesta diferente así nos encontremos en el trabajo, en una relación de pareja, en casa con los niños, con los amigos, de vacaciones, etc. Por ejemplo, podríamos experimentar palpitaciones por llegar tarde al trabajo y estar totalmente tranquilos cuando llegamos tarde a una reunión familiar.
Una de las particularidades de estos mapas, creados a lo largo de nuestra vida, es que son mapas neurolingüísticos, es decir, contienen imágenes, sonidos, olores, sabores y sensaciones internas (“neuro-“), así como lenguaje (“-lingüísticos”), las palabras y significados personales que asociamos a esas imágenes, sonidos, olores, sabores y sensaciones (recuerda el ejemplo del gato), ambos al mismo nivel. Dicho de otro modo, realizamos asociaciones internas o pensamos a través de palabras estructuradas, uno de los motivos por los que el lenguaje es tan importante a la hora de realizar cambios positivos.
Pero ni los mapas ni sus componentes son la realidad en sí, sino representaciones diferentes de esta porque, en su creación, hemos eliminado y “editado” grandes cantidades de información para que todo tenga sentido lógico y sea manejable. Y esa distorsión es totalmente dependiente de nuestra experiencia individual. Por tanto, no existirán dos mapas iguales.
Si los mapas se encuentran distorsionados en áreas críticas de nuestra vida, son pobres, imprecisos para ciertas tareas o necesidades, radicalmente distintos a los de aquellos con los que nos relacionamos o no nos llevan donde queremos ir (emociones, resultados, pensamientos…), nos limitarán. Veremos más oportunidades, sufriremos menos expectativas y tomaremos mejores decisiones cuánto más ricos sean nuestros mapas, es decir, cuántas más opciones incluyan.
Imagina que en tu mapa falta una calle necesaria para llegar al parque al que quieres dirigirte desde tu casa para pasar la tarde. Como no existe el camino en el mapa, no verás la oportunidad de llegar al parque y te quedarás sentado en el sofá haciendo otra cosa, como ver la tele. Tu decisión estará justificada porque “no puedo llegar al parque”. Pero, si amplías tu pensamiento, puedes decirte “espera, es posible que mi mapa se encuentre desactualizado, saldré de casa para ver si ese camino estaba ahí o si existe otro modo de llegar, pues hay personas que lo han hecho antes que yo, por tanto, es posible hacerlo”. Tu percepción, tu mapa, cambia cuando te abres a nuevas posibilidades.
Ahora ya comprendes por qué la mayor parte de nuestros problemas surge de nuestra representación interna de la realidad, de nuestra forma de ver el mundo, de nuestros mapas. Los mapas, como cualquier mapa, han de ser actualizados frecuentemente para ser útiles, y “actualizar” significa modificar tu forma de pensar y sentir para desarrollar nuevas habilidades y comportamientos efectivos. Algo que puede retarse desde diversos ángulos, siendo el lenguaje uno de ellos.
Filtros que influyen en mi percepción de la realidad
Nuestra representación subjetiva o película interna del mundo, “edita” la realidad mediante un proceso neurolingüístico que depende de los siguientes filtros perceptuales:
- los sentidos del ser humano reducen la información del mundo para que nuestro sistema nervioso no se colapse. Aunque habitualmente hablemos de vista, oído, olfato, gusto y tacto, para la neurociencia existen hasta 22 sentidos. Se trata de límites comunes a toda la especie, aunque cada individuo tendrá un sentido predominante y otras particularidades sensoriales,
- los filtros compartidos socioculturalmente, como el lenguaje, las tradiciones, la idea de “buena y mala” educación y, en general, todo tipo de influencias del entorno y de los grupos a los que pertenezcamos,
- y, finalmente, los filtros de interés individuales, muy influenciados por la historia personal o experiencias pasadas (creencias, educación, traumas, etc.).
Cómo limitan los sentidos la realidad
Determinados genéticamente para toda la especie, los sentidos simplifican los estímulos externos para que nuestro sistema nervioso no se colapse, por tanto, limitan la percepción de la realidad de forma natural para todos.
Esto se comprende bien cuando pensamos en la capacidad auditiva de un perro o en la agudeza visual de un águila, notablemente mayores que las de un ser humano, por tanto, la realidad del ser humano nunca será la misma que la de un perro ni que la de un águila, capaces de detectar aspectos de la realidad inalcanzables para nosotros.
Es decir, como premisa, no somos capaces de operar directamente sobre la realidad, donde existe muchísima más información de la que podemos detectar a través de nuestros sentidos.
Además de las limitaciones que compartimos como especie en cuanto a los sentidos, cada ser humano tendrá, de forma general, un sentido predominante a la hora de filtrar la información que hará que, con algunas personas o en ciertos contextos, simplemente no exista entendimiento.
Si ponemos frente a nosotros un estímulo cualquiera como un árbol, por ejemplo, unos se centrarán en los colores de las hojas (visuales), otros en el sonido de sus ramas o de los pájaros (auditivos), hay quien advertirá el olor de sus flores (kinestésicos) y alguno será capaz de fijarse en varios aspectos a la vez.
A todo lo anterior, se añaden las particularidades sensoriales que cada uno posea en sus sentidos predominantes (por ejemplo, ceguera, vista corta, otitis y similares) y la capacidad de cada persona de practicar la conciencia sensorial (agudizar los sentidos) que, en este caso, funcionaría más como un filtro potenciador que limitante.
Cómo limitan los filtros individuales la realidad
Cada hecho, libro, película, relación, pelea, decepción, aprendizaje, momento de éxito… ha sido escrito en las conexiones de nuestro sistema nervioso y accederemos inconscientemente a esta información, como un ordenador accede a determinados programas para ejecutar tareas específicas, para decidir qué nos resulta agradable, peligroso, etc.
Son este tipo de filtros los que conforman nuestras expectativas y muchas de nuestras creencias, aunque algunas de ellas dependerán de nuestro entorno. Es por este tipo de filtros tan específicos del individuo, que decimos que no existen dos percepciones de la realidad iguales.
“No vemos las cosas como son, las vemos como somos”; Anais Nin.
Cómo limitan los filtros socioculturales la realidad
Los filtros socioculturales son tradiciones, costumbres, creencias, conductas que dividen el mundo en “lo bueno” y “lo malo”. Por ejemplo, el hecho de que un occidental, por norma general, considere de mala educación ver a alguien escupir en la calle, mientras que un chino lo interprete como algo habitual y totalmente aceptable, sería resultado de sus filtros socioculturales.
El filtro más importante de esta categoría es el lenguaje, pues la lectura que hacemos del mundo está condicionada por nuestro idioma. Por ejemplo, la notable diferencia que existe para un español entre “te amo”, “te quiero” e incluso “me encantas”, será imperceptible para un inglés, que simplemente conoce “I love you” para todos los matices anteriores. Por eso se dice que el que se abre a otro idioma, se abre a mundos diferentes al suyo a través de un nuevo lenguaje.
El lenguaje juega un papel mucho más importante de lo que habitualmente comprendemos como comunicación, convirtiéndose en un sistema de pensamiento en sí.
Conclusión
Ya ves que comunicarnos y “entender” / “entendernos” es mucho más de lo que pensabas e incluye, necesariamente, el mundo interior de cada individuo. Cuando uno comprende el modelo de comunicación humana, se abre a dos aprendizajes vitales:
- el que tengo frente a mí no percibe la misma realidad que yo y, si por ello perdemos sintonía, eso no significa que yo esté en “lo cierto” y él no. Su interpretación de la realidad podría estar distorsionada, pero también la mía. De hecho, la realidad que percibe el ser humano está siempre distorsionada 😵💫. Por tanto, la solución no se encuentra en querer cambiar al de enfrente, sino en ampliar mi percepción para reducir mis propias distorsiones y abrirme a opciones que antes no veía. Hasta que interiorice este punto, me empeñaré en querer controlar la respuesta del otro para tener la razón (“lo mío es lo normal”, “la verdad es que…”), me aislaré del mundo y/o me frustraré cuando mi percepción de la realidad no se comprenda.
- si lo que hago o dejo de hacer dependen de mi estado interno (pensamientos, emociones) que, a su vez, dependen del resultado de mi percepción de la realidad (de mis “mapas”), y alguno de los dos primeros me inhabilita, deberé aprender a percibir la realidad de una forma más saludable, pues los problemas probablemente llegarán de mi percepción de la realidad, no de la realidad en sí 🫣.
Ahora ya sabes que, entender cómo nos comunicamos desde un punto de vista más amplio, con los demás, con la vida en general y con nosotros mismos en particular, esclarece por qué respondemos de forma insatisfactoria a ciertos contextos o relaciones y nos da la oportunidad de ampliar y adaptar nuestra forma de comunicarnos para mejorar nuestra experiencia vital.

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