Decir «tengo que hacer esto» en vez de «voy a hacer esto» empeora tu percepción de la realidad

Decir «tengo que hacer esto» en vez de «voy a hacer esto» empeora tu percepción de la realidad

La expresión «tengo que» nos hace saber internamente que la tarea que sigue en el enunciado es una obligación y que, por ello, nos desagrada.

El uso de palabras como «tengo que» y elecciones similares a la hora de expresarnos (ver tabla más abajo), reduce nuestro enfoque, asociando inconscientemente lo que hacemos a obligaciones y generando un estado que nos lleva a concluir que carecemos de control sobre nuestras vidas, pues sentimos que vivimos forzados a cumplir tareas.

Sustituir este tipo de formas de comunicación por otras más adecuadas, podría modificar cómo percibimos la misma realidad (en el ejemplo de hoy: planchar), posibilitando la sensación de que tenemos elección y de que recuperamos el control sobre nuestras vidas.

Algo tan sencillo como decir «voy a planchar la ropa» o «quiero ponerme a planchar porque me gusta salir a la calle sin arrugas», posibilitará que el foco de nuestra atención se centre en las oportunidades y que desaparezca la sensación de obligación.

Motivarse por necesidad o en base a las oportunidades, divide el mundo en dos tipos de personas, una división que nos permite hacernos conscientes del poder de los pequeños gestos (como podría ser elegir una u otra palabra) a la hora de marcar la diferencia en cómo nos sentimos con lo que hacemos.

 

Motivado por la necesidad

Motivado por las oportunidades

Las personas que se motivan por la necesidad dirían algo como «tendría que bajar a la compra antes de que cierre el supermercado», centrándose en lo que deben hacer, en aquello a lo que se sienten obligados. Las personas que se motivan por las oportunidades, sin embargo, dirían algo como «voy a bajar a comprar», centrándose en lo que quieren (posiblemente comer algo concreto, como elección).
Cogen lo que les va llegando a lo largo de la vida, lo que encuentran disponible en cada momento (trabajo, pareja…), sin pararse a pensar en lo que les gustaría pues, al vivir en un mundo de reglas y restricciones, no ven las alternativas o les resultan menos seguras que lo que conocen, aunque detesten lo que conocen. Buscan constantemente nuevas opciones y experiencias. Sienten que tienen control sobre sus vidas y que hacen lo que hacen porque quieren. Son inconformistas, normalmente optimistas, entusiastas, orientados en la acción y hacia el futuro.
Son conformistas y aguantan, aunque no les guste lo que hacen o se sientan agobiados por lo que hacen, pues la obligación (dar de comer a sus hijos, pagar facturas, etc.) es superior a la posibilidad de mejorar sus vidas. Utilizan un lenguaje que implica que se mueven por elección, como por ejemplo: «puedo, podría, quiero, haré, voy a, posibilidad, explorar mis límites, ampliar mis opciones, salir de la zona de confort, abrir nuevos caminos, más vale bueno por conocer». Ven el potencial en la vida.
Utilizan un lenguaje que implica que se mueven en contra de su voluntad, como por ejemplo: «tengo que, debo, debería, no debo, imposible, a la fuerza, por narices, no puedo, es necesario, es imprescindible, es obligatorio, esto es lo que hay, hay que hacer lo correcto, más vale malo conocido».

Ven la vida y al resto de personas como demasiado exigentes, traduciendo toda comunicación, incluso las sugerencias, en demandas.

En la parte menos positiva, les cuesta concentrarse, podrían tener metas poco realistas (tener muchas oportunidades no siempre quiere decir que tengas los recursos para llevarlas a cabo) o no ser capaces de ver los riesgos que conllevan las oportunidades que encuentran.
Están tan ocupados haciendo lo que «deben hacer» que no se ocupan de sus deseos ni de sus necesidades personales, pudiendo confundirlas con comportamientos autodestructivos como la gratificación inmediata (fumar, comer en exceso, compras compulsivas, etc.) que «compensen» que no les gusta lo que hacen.

 

 

Tras leer esto, tienes la oportunidad de elegir lo que quieres o seguir haciendo lo que debes. No tengas prisa, el cambio puede comenzar con pequeñas decisiones como modificar tus «tengo que» por «voy a». Ponte manos a la obra y mañana, en vez de despertarte sin ánimo para salir de la cama diciéndote «no quiero ir a trabajar», prueba a decirte «voy a sacar el máximo partido a mi jornada laboral» o, si fuese necesario, «puedo mejorar mi calidad de vida laboral cambiando de trabajo». Y después sigue leyendo este blog 😉, donde seguiré compartiendo mis trucos mega-sencillos para mejorar en la vida sin tener que perder la misma en el intento.

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