Usa la tecnología para simplificar tu vida, no para silenciar a tus hijos

Usa la tecnología para simplificar tu vida, no para silenciar a tus hijos

Cada época y cada generación ha tenido una vía de escape accesible y socialmente aceptada para elegir evadirse de la vida. Hoy en día, son las nuevas tecnologías las que nos alejan del momento presente. Además, nos hacen dependientes del deseo de convertirnos en lo que no somos y del brutal descontento de sentir que no somos lo que deseamos ser cuando regresamos a lo que ocurre al otro lado de la pantalla, la única vida que tenemos.

Cuando surge una oportunidad de simplemente estar con nosotros mismos o con los demás, nos aferramos a la pantalla de turno para evitar la existencia. Nos aporta una rápida y adulterada sensación de seguridad que impide que nos sintamos vulnerables o incómodos ante momentos de aburrimiento o de dificultad social que, alternativamente, nos encantaría hacer desaparecer.

Con ese sencillo acto, evitamos crecer emocionalmente y dejamos, puntualmente, de responsabilizarnos de lo que nos toca, consumiendo más de todo a todas horas para agotar a nuestra mente y silenciar al silencio.

Aprendemos a disociarnos de nuestros cuerpos en la infancia. Es un mecanismo de negación de la realidad que nos ayuda a «abandonar» nuestra realidad física y a abstraernos cuando no nos apetece vivir lo que se presenta a nuestro alrededor. Como cuando un niño cierra los ojos y se cree que nadie le ve…

Padres y tecnología

Con la tecnología también solemos negar a nuestros hijos. En la mesa del restaurante ponemos los «dibus» para que no «molesten». En el viaje en el carro les sujetamos el móvil con la pantalla visible, para que no lloriqueen 🙀. En el desayuno, más y todavía más… De adolescentes, ni recordamos que existe la persona detrás de la pantalla. Entran y salen de casa con ella en la mano y nos sigue pareciendo algo tan lógico, tan «de hoy».

Con esos sencillos gestos que normalizamos con miles de excusas, también normalizamos que nuestros hijos aprendan a no saber vivir y que elijan la «otra realidad» cuando su vida les moleste. De hecho, normalizamos que su vida les moleste. ¿Y cuándo nos dedicaremos a ser padres?

Un experimento que no sabemos cómo acabará

Fingir las vidas que no tenemos para obtener atención y desear las de los demás, era tan solo el principio para nosotros, ahora estamos educando a nuestros hijos para que lo imiten y lo interpreten desde sus pequeños mundos en los que no existen todavía ni criterio ni límites personales.

Si pensamos en el poder que los dispositivos conectados a internet tienen sobre nosotros mismos, tendremos la pista acerca de lo que nuestros hijos sienten cuando les exponemos a estos. Con la dificultad de que, una persona que no se pueda permitir contemplar la vida con cierta madurez, será incapaz de distinguir entre la teatralidad de las vidas vividas en internet y la realidad que tiene ante sus ojos.

En este experimento, que no sabemos cómo acabará, en el que las relaciones innecesarias, los perfiles innecesarios y la información innecesaria se hacen necesarios, todavía estamos a tiempo de utilizar la sensatez.

Alternativamente, me imagino un mundo en el que la cultura de las apariencias y las compras emocionales harán insostenible el consumo responsable, los padres educaremos a seres sin autoestima e incapaces de adquirir una imagen propia de sí mismos, alimentando una gran dependencia que les hará vivir una montaña rusa de emociones cuando no obtengan el reconocimiento de los demás, seres que harán lo que haga falta para obtener validación, lo que les hará sentirse cada vez más vacíos, descontentos y aislados.

Usemos la tecnología para simplificar nuestra vida, no para deshacernos de esta.

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