¿Por qué deberíamos dejar de decir «perdón» o «lo siento» y qué alternativa sería la más adecuada?

Decimos «perdón» y «lo siento» de forma automática, pero no se trata de expresiones gratuitas, sino que ocultan, en sí mismas, actitudes que podríamos modificar para sentirnos más libres y autónomos, así como para poder afrontar la responsabilidad de lo que nos toca sin que una palabra «mágica» evite que lo hagamos.
Un primer paso comienza por comprender que, cuando mencionamos este tipo de expresiones de perdón, podrían estar dándose dos tipos de circunstancias. En la primera, no estaríamos centrándonos en lo que ha pasado o en la posibilidad de ejercer un cambio de conducta para que lo que ha pasado no pase de nuevo, sino en la opción de borrar el acontecimiento anterior al perdón (pensamiento infantil mágico). En la segunda, nos centraríamos en evitar las consecuencias que anticipamos que nos podrían repercutir en negativo si no nos disculpamos de inmediato (ausencia de responsabilidad de lo ocurrido). En ambos casos, no tendríamos en mente al que está frente, sino a nosotros mismos.
El uso del perdón «infantil»
En el primer caso, el uso de «lo siento» / «perdón» es el del niño que se disculpa por todo lo que hace, deseando adaptarse a lo que papá y mamá consideran como buen comportamiento. El niño aquí, como podrás imaginarte, es un comportamiento adulto imitado de los recursos que uno utilizaba cuando era niño en base a las respuestas que ese niño obtenía de sus figuras de autoridad o referencia.
Ese «niño» podría llegar a pedir perdón por todo, incluso por cosas que, aparentemente, no requerirían una disculpa o no hayan sido promovidas por la persona que estuviese verbalizando esa disculpa. Digamos que se trata de una forma de que el otro se sienta complacido con un comportamiento de «perfección» infantil, del niño que se quita valor y busca aprobación en un tercero.
Pedir perdón para dejar la carga de la responsabilidad
Por otro lado, tenemos el uso de «lo siento» / «perdón» para evitar una consecuencia que prevemos negativa por parte de la persona a la que, previsiblemente, hemos causado una molestia o daño, incluso para evitar la carga que genera sentir haber causado un daño.
En este caso, no siempre reconozco mi parte de responsabilidad cuando verbalizo mi perdón, lo que hago es buscar que el otro no se enfade conmigo y ello empeore la relación, disipando una posible consecuencia que anticipo como negativa.
Busco una especie de «perdón divino» del pequeño dios que tengo enfrente que, de nuevo, me servirá para no llevar a cabo ningún tipo de análisis de mi comportamiento, aceptando que todo está bien, pues he sido perdonado sin modificar la conducta que ha sido objeto de perdón.
Alternativas conscientes
En ambos casos, el «lo siento» o «perdón» me miran a mí. Los verbalizo para obtener las mejores consecuencias para mí, no para el otro. El otro, como mucho, se sentirá ligeramente superior a mí al ofrecerme su perdón (la superioridad del pequeño dios en el que lo he convertido con mi súplica de paz interior). De hecho es, en gran cantidad de ocasiones, la otra parte la que solicita la existencia de un perdón, enviándonos un mensaje interior equivalente a «dame el poder de sentirme superior a ti por el daño causado».
Son rituales esperados, costumbres muy interiorizadas en el uso que damos como correctas sin pararnos a pensar demasiado porque los resultados inmediatos nos reconfortan. Pero podemos adoptar un reenfoque individual más saludable que nos permita apreciar nuevos matices ante las situaciones que se nos presentan, así como incluir al otro.
Por ejemplo, en los siguientes cinco enunciados, reenfocaré las situaciones. En la versión 1 encontrarás la alternativa del perdón habitual y en la versión 2, la opción desde el agradecimiento:
V1. Siento haber llegado tarde, el tráfico era insoportable (= no asumo mi responsabilidad de haber llegado tarde).
V2. Gracias por tu paciencia esperándome para comenzar (= valoro tu actitud ante mi comportamiento).
V1. Siento robarte este tiempo tan preciado (= no me valoro y, a su vez, busco que me digas que no es nada, que soy un «buen niño», que puedo tomarme todo el tiempo que quiera como premio).
V2. Gracias por el tiempo que me dedicas (= soy consciente de que tu atención tiene un precio y lo pongo en valor).
V1. Siento todo lo que he dicho, perdóname (= por favor, borra todo lo que he hecho, no quiero aceptarlo).
V2. Podría haber escogido otras palabras que expresasen mejor lo mucho que te aprecio, porque te aprecio (= me responsabilizo, muestro afecto y compasión).
V1. Siento no poder moverme, soy una carga (= me inhabilito y me victimizo).
V2. Gracias por cuidarme mientras se me cura la mano (= pongo en valor el esfuerzo de dedicarte a mí y espero mejoren los resultados).
V1. Siento no haber podido recoger a los niños (= me minimizo como padre).
V2. Gracias por haberme ayudado a recoger a los niños (= considero tu contribución en la causa común o tu ayuda puntual en un tema que no te compete).

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