Ser perfeccionista no es una cualidad, sino un miedo

Recuerdo una de las últimas entrevistas de trabajo que realicé en los inicios de mi treintena, en la que me pedían relatar una de mis mejores cualidades a la hora de trabajar. Muy segura de mi respuesta, repliqué: “soy muy perfeccionista con lo que hago”.
No solo era perfeccionista, era tremendamente perfeccionista y, como aquello era exactamente lo que estaban buscando, me contrataron. En aquellos tiempos, hubiera considerado una bobada lo que ahora he aceptado acerca de mi práctica (afortunadamente pasada) y de los lugares en los que me manejaba como pez en el agua, al menos hasta que me sentía ahogada… Hoy en día me cortaría un dedo antes de vincular el perfeccionismo a una cualidad.
Aquella oportunidad laboral fue el aprendizaje que necesitaba en el momento oportuno para experimentar lo desapacible que resulta ser perfeccionista a la larga, especialmente cuando las personas para las que quieres que algo resulte “perfecto” (no lo haces por ti, siempre hay alguien más…) encuentran muy pertinente tu miedo encubierto y el círculo vicioso se hace inmanejable.
Sí, el perfeccionismo no es más que miedo. No importa cómo los justifiques o racionalices, lo que oculta tu “cualidad” es que temes fracasar o, más concretamente, ser juzgado como alguien que ha fracasado y, para ello, rechazas tu imperfección, tu naturaleza humana, haciendo esfuerzos extraordinarios para ocultarla.
Todo empieza internalizando la decepción de que no eres lo que “deberías” ser, pero pronto se extiende a todo lo que te rodea, porque es muy difícil aceptar afuera lo que no aceptas en ti mismo… Y ¿cuándo llega la perfección?
El perfeccionismo no tiene un punto de referencia objetivo y hace que sientas, perpetuamente, que todavía no lo has logrado, que todavía existe algo mejor, por tanto, seguirás intentando, cada vez con más esfuerzo, demostrar a personas que ni te interesan, que eres el mejor, hasta que te sientas insatisfecho con todo, vacío.
Como perfeccionista, aprendes a llorar “hacia adentro”, buscando desesperadamente destacar lo mínimo posible por tu “humanidad” y trabajando duramente para convertirte en quien crees que otros quieren que seas, lo cual pasa por fingir ser lo que no eres. En lo más profundo de tu comportamiento, esperas que te regalen el esperado “estoy orgulloso de ti”. Es decir, no haces lo que otros te piden, sino que haces lo que tienes que hacer para que aquellos con los que coexistes hagan lo que tú quieres que hagan 😵💫.
Te contaré un secreto de una ex-perfeccionista reconvertida a ser humano: la perfección no es una posibilidad ni un estado alcanzable, pero el perfeccionismo tiene cura 💝. Uno se cura cuando se aleja de los entornos en los que se finge vivir, deja de negarse y acepta también lo que no le gusta de sí mismo.
El ser humano es, sencillamente, imperfecto y no puede vivir muchos años de forma saludable sin ser quien realmente es…

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nNos vemos en la siguiente entrada. Gracias y que seas feliz 🙏💗
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