Lo que guardaba debajo de la cama, lo ocultaba en mi interior

Lo que guardaba debajo de la cama, lo ocultaba en mi interior

Muchos creen que el minimalismo es una moda para ricos que juegan a comportarse como ermitaños con unas espectaculares vistas frente al mar. Esa visión del concepto forma parte de la cultura de las apariencias surgida del Marketing, que trabaja para materializar la felicidad, fomentando que te proyectes en los demás y en lo que no tienes, con el único objetivo de que continúes integrando las compras emocionales como algo normal (casas más grandes, muebles más a la moda, coches más nuevos, bolsos de más colores…).

Imagínate sentado frente al atardecer de la imagen superior, rodeado de hermosas amapolas rojas y pensando en algo como “ya, pero… ¿y si fuesen rosas amarillas?”. Pues eso es lo que consigue el Marketing en nuestros cerebros evolucionados… Y cuando pones por delante de tu bienestar lo que no tienes en vez de lo que ya tienes, lo que pasa es que te pierdes en el mundo de las expectativas y no vives el presente de forma satisfactoria.

Para mí el propio término “minimalismo” está mal enfocado, porque ser minimalista no requiere tener “lo mínimo” que puedas tener, sino tener todo aquello que necesitas. Un estilo de vida que recorta lo que no da valor (objetos, redes sociales, personas, tareas…) y que, como no da valor, ocupa espacio para algo nuevo (y habitualmente intangible) que de verdad aporta y que es lo único que necesitas para caminar sintiéndote bien con lo que ya tienes.

En mi caso, el camino inicial hacia minimalismo comenzó con diversos cambios de casa y mudanzas que me ayudaban a limpiar (y a limpiarme) de todo lo innecesario. Afortunadamente, cuando formé un hogar en mi treintena la tendencia continuó, pues lo hice con una persona que también necesitaba rodearse de lo esencial.

Pero, a pesar de aquella continuidad, no había integrado el minimalismo tal como ahora me hace feliz. Eso ocurrió tras una crisis personal en la que me di cuenta de que sí, tenía menos objetos innecesarios que la media generando ruido por aquí y por allá, pero era experta en guardar fuera de mi vista “por si acaso” o “por pena” o por miles de excusas que no aportaban nada de nada a nuestras vidas. En ese momento, el minimalismo pasó a ser una solución que integré de forma consciente a la hora de consumir y que, gradualmente, me hizo sentir mejor.

Qué es el “minimalismo”

Puede que, como todo, el minimalismo sea diferente para cada persona. En el fondo, lo importante es que funcione para cada persona. Mi definición de minimalismo responde a tres criterios que es necesario que confluyan para que los beneficios sean reales y no meramente estéticos:

  1. Adquirir o mantener solo objetos que sean útiles y utilice frecuentemente.
  2. Revisar periódicamente lo que ya tengo y conservar solo aquello que me haga sentir bien, desechando todo lo demás.
  3. Mantener el orden visual general y, cuanto menos objetos a la vista, mejor. Creo que nuestras casas, cajones y armarios son un reflejo de nuestro interior 🤷‍♀️ y mi bienestar se ve repercutido negativamente cuando hay objetos y muebles por todas partes.

Beneficios del minimalismo

A mí el minimalismo me ayudó a encontrar “algo más” debajo de todo lo que creía que aportaba. Estos son algunos de los beneficios que el minimalismo trajo a mi vida:

  • Me ha ayudado a ordenar mi interior (porque las necesidades emocionales no se materializan).
  • Me he dado cuenta de que tenía todo lo que necesitaba para ser feliz y de que había perdido demasiado tiempo buscándolo en lugares incorrectos.
  • He dejado de desear lo que no tenía y de comparar mi vida con la vida de los demás, adquiriendo una imagen propia de mí misma. Mi apariencia, mi casa y mi estilo de vida funcionan para mi familia y para mí, y eso es todo lo que importa.
  • Entiendo mejor a las personas y empatizo más con su forma de ser cuando veo sus casas.
  • Ha simplificado mi vida, me ha acercado a mi creatividad y me ha hecho más respetuosa con el valor del dinero y con el planeta.
  • He aprendido a valorar y a disfrutar del tiempo con mi familia y del silencio conmigo misma, sin actividades constantes en la agenda o consumo compulsivo de catálogos online, información, etc.
  • Me ha ayudado a diferenciar entre personas / ambientes que no aportan nada y personas / ambientes con algo que aportar (según mis necesidades, claro está).

Cómo comenzar

Para mí el minimalismo es algo inevitable para la continuidad, ya sea porque cada uno de nosotros lo encuentre de forma individual como parte de la solución o porque se nos eche encima la necesidad global de bajar el ritmo como sociedades. Abrázalo mientras puedas decidir hacerlo a tu ritmo porque, antes o después, se nos echará encima.

Yo aprovecho el regreso de vacaciones para entrar en mi propio modo “minimalismo ON”, reciclando lo que pueda haberse acumulado durante el año. Y si me toca pasear por un centro comercial por las necesidades del guion (aunque no sea mi lugar predilecto para pasar el rato) y me gusta algo, en vez de sufrir una pataleta emocional y decirme “¡lo quiero y lo quiero ya, porque me lo merezco”, simplemente me pregunto: “¿lo necesito?”. Y esa pregunta marca la diferencia mientras sigo caminando sin nuevos objetos de dudosa necesidad en la mochila.

Pero si mi forma de hacerlo no te inspira, aquí te dejo un par deiniciativas populares para principiantes en minimalismo:

  • Proyect 333: un reto para limpiar tu armario de prendas y accesorios innecesarios que te invita a vivir con tan solo 33 artículos durante 3 meses.
  • #LessIsNow: un reto para eliminar cualquier cosa que te sobre durante un mes completo (1 cosa el primer día, 2 el segundo, 3 el tercero, y así sucesivamente).
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