Todo es energía: la visión cuántica de la vida que transforma el caos en esperanza

Todo es energía: la visión cuántica de la vida que transforma el caos en esperanza

¿Percibir la energía del otro?, ¿influir en tu propia realidad por tener un pensamiento interior que ni siquiera ha salido de tu boca?, ¿fuerzas invisibles dentro del cuerpo físico que te sustenta? “Pero, ¡qué me estás contando!”, podrías permitirte decir si jamás has oído hablar de la “visión cuántica” de la vida y en qué se sostiene.

Aunque a simple vista parezca “un rollo muy raro” y bien alejado del mundo real y de la parte izquierda de tu cerebro, la visión cuántica de la vida es la única visión de la realidad que aporta luz de una forma esperanzadora a cómo funciona el mundo que nos rodea y nosotros en él. Pero empecemos por el principio.

Desde que Einstein, Max Planck o Heisenberg introdujesen una nueva Física que abría las puertas hacia fuerzas que no somos capaces de ver y que constituyen la materia que sí vemos (o creemos ver) hasta la actualidad, en la que numerosas terapias energéticas le cambian la vida a muchas personas o explican el por qué nos controla lo que nos controla, ha existido mucho escepticismo, especialmente en el ámbito de la Medicina occidental.

Dicho de otro modo, este tipo de cambios de paradigma de la ciencia, que ponen a prueba las creencias mayoritarias, ofreciendo soluciones que no interesan en algunas ramas o que, para muchos otros, todavía se confunden con procesos mágicos, requieren mucho tiempo para poder ser asumidos, mucho más del que cualquiera de los que estamos aquí tengamos a nuestra disposición.

La Física Cuántica está detrás de todo lo que te contaré hoy y abrirse a este tipo de información, simplificando lo fundamental para aplicarlo a la vida real, a mí me ayudó a encontrar respuestas tras años sin encontrar respuestas (el famoso “si lo que haces no te funciona, haz otra cosa” de Einstein, que llevé a la práctica sin ni siquiera saber que me estaba moviendo ya por un pensamiento cuántico 😉).

Física Cuántica aplicada a la vida real

Esta rama de la Física Moderna estudia la naturaleza en su nivel más fundamental, a escala atómica y subatómica, y ha integrado en la ciencia comprensiones fundamentales acerca de los materiales, la Química, la Biología y la Astrología. Valiosísimos recursos para la innovación que comienzan a aplicarse tímidamente en la tecnología y en la salud.

La Física Cuántica es un melón en sí mismo, pero lo interesante para llevarla a la práctica se resume en unos cuantos conceptos e ideas. En este artículo trataré la visión fundamental, que sustenta que todo es energía, oscilatoria y en constante movimiento, y que todos estamos interconectados, influyéndonos mutuamente.

Todo es energía

La ciencia moderna ha descubierto que la materia, tal y como creía la Física newtoniana clásica, no existe, sino que es una concentración de campos de energía en un 99,9999999 %. Cada partícula que compone el Universo (personas, muebles, animales, alimentos, etc.) es sencillamente energía concentrada, a pesar de que percibamos realidades materiales. O, dándole la vuelta, la energía puede tomar cualquier tipo de forma. Un ser humano, por ejemplo, es energía que ha tomado una forma.

La ciencia moderna, por tanto, se une con este descubrimiento a la vieja historia de la espiritualidad que nos recuerda que los seres humanos somos mucho más que un cuerpo, somos entes energéticos, un gran espacio vacío compuesto de energía. Y todo lo que compone el Universo, ya sea tangible o intangible, es también energía y, por tanto, se rige por los principios básicos del funcionamiento de la energía.

La clave está en comprender cómo funciona la energía

La energía está en constante movimiento, vibrando a diferentes velocidades o frecuencias. Todo vibra, emitiendo energía y recibiendo energía, incluso aquello que puede parecer inamovible como una roca, el suelo que pisamos o la pared que nos cobija.

Las frecuencias en las que la energía vibra pueden ser más altas (positivas) o más bajas (negativas) y esas frecuencias dominantes tienen la peculiaridad de “resonar” con otras frecuencias similares, es decir, se comunican entre sí, atrayendo a aquello que vibra en la misma frecuencia y repercutiendo en todo lo que rodea al ente que emite esas vibraciones, lo que se conoce como “vivir en resonancia” o “funcionar en red”.

Cuando la suficiente cantidad de energía se agrupa (por resonancia) crea la materia que podemos ver. Es la famosa ecuación de Einstein (E=MC²) que indica que masa y energía son intercambiables, es decir, lo mismo. Más concretamente, la masa es energía que podemos ver o tocar y la energía es masa potencial, en formación.

La energía también oscila de forma natural, es decir, experimenta necesariamente polaridades negativas y positivas. Dicho de una forma práctica para llevarlo al día a día, las características “negativas” que nos encanta enjuiciar en los demás y rehusar en nosotros mismos, también forman parte de la estructura vital pues, como energía, ambas polaridades se necesitan. Intentar excluir una de ellas no la hará desaparecer, ¡porque la energía no desaparece!, necesita fluir y, por mucho que tratemos de movernos en su contra, buscará fusionarse con su opuesto hasta que lo consiga. Aunque eso pase por empeorar nuestras circunstancias para hacernos conscientes de la necesidad de integrar lo que estamos rechazando, de que ambas polaridades se necesitan.

La diferencia entre vibrar a baja o alta frecuencia

Como energía en movimiento, los individuos atraeremos aquello que resuene con nuestra frecuencia individual (pensamientos, emociones y sentimientos reiterados y reforzados, pueden crear realidades). Por ello, se habla de la “capacidad creadora” del ser humano, pues cada uno de nosotros sería el único responsable de lo que le pase y el único capaz de transformar su realidad concreta, ya que esta comienza a crearse en su propia mente. Es decir, lo que atraes a tu vida y lo que alejas de ella comienza con el poder cuántico de tus pensamientos.

Por eso es tan importante vibrar con aquello que nos haga sentir armonía. Lo que nos lleva a distinguir entre dos tipos de frecuencias: las frecuencias altas, que nos hacen sentir bien, y las frecuencias bajas, que nos hacen sentir mal.

La idea básica es bastante sencilla: así como te sientas, así será tu frecuencia. Si tuviésemos que ponerle cifras, según el Doctor David R. Hawkins la frecuencia más baja (0 MHz) sería la muerte y la más alta (1000 MHz) la iluminación. Es decir, podría ser de vital importancia ascender a una frecuencia vibratoria más alta si tu frecuencia está más cercana a cero.

Saber en qué frecuencia vibramos cuando estamos bien y cuando estamos mal, no es cuestión de ponerse a buscar un medidor inexistente por internet, sino que puede responderse tras una simple tarea de observación personal. La frecuencia será siempre más alta cuanto mejor te sientas y más  baja cuanto peor te sientas.

El cuerpo físico se encontrará más débil o más fuerte dependiendo de su frecuencia, pudiendo experimentar carencias y enfermedades a frecuencias bajas o salud y fuerza física a frecuencias altas. Similarmente, el ser humano experimentará más pensamientos y emociones negativas (miedo, ira, culpa, envidia) a frecuencias bajas y más pensamientos positivos a frecuencias altas (libertad, alegría, calma).

Para mejorar nuestra vida, por tanto, sería necesario observar qué nos ayuda a elevar la frecuencia interior dominante, lo cual puede hacerse pensando, sintiendo, hablando y actuando de forma diferente a lo que estuviésemos haciendo cuando nos sentíamos mal. Recuerda: así como te sientas, así será tu frecuencia vibratoria dominante.

Todos estamos conectados

El Principio de No Localidad de la Física Cuántica, considera que nada es independiente, que todos estamos conectados, aunque nos encontremos físicamente separados por extensas distancias.

Es decir, dos partículas de energía podrían influirse mutuamente sin ni siquiera tocarse o encontrarse cerca, pues estarían “entrelazadas” de por vida, lo cual permitiría explicar por qué la información se traslada de forma cuántica, aunque las partículas no se comuniquen en espacio-tiempo.

Por ejemplo, cuando un padre siente que su hijo está en peligro y no lo tiene cerca o cuando dices aquello de “estaba pensando lo mismo que tú”, estás experimentando el entrelazamiento cuántico, un concepto que explicaría que todo en el Universo se encuentre conectado entre sí.

En el caso de los seres humanos, primero estaríamos conectados a nuestro sistema familiar, después a nuestra comunidad, a nuestra especie… y finalmente todos seríamos uno, conectados con todo lo que nos rodea, aunque nuestras propias limitaciones neurológicas (comunes a toda la especie) nos impidan percibirlo. Ahora piensa en cómo tratas al planeta y comprenderás cómo te estás tratando a ti mismo…

Esa especie de fuerza o energía creadora que nos une, más grande que todos nosotros y conectada con todos nosotros es un gran misterio (al menos para mí). El mundo a ese micro-nivel funciona bajo leyes muy diferentes y todavía difíciles de comprender para la mente humana.

Pero no se trata de aquella imagen de un “Dios” humanizado que nos ha regalado la perspectiva religiosa, incapaz de explicar el Universo y totalmente polarizada (negando el fluir natural de una de las polaridades de la energía…).

“Toda materia tiene su origen y existe solo en virtud de una fuerza que hace vibrar las partículas del átomo y mantiene en una sola pieza este diminuto sistema solar que es el átomo […] Tenemos que asumir, detrás de esta fuerza, la existencia de una mente consciente e inteligente. Esta mente es la matriz de toda materia” – Max Planck.

Ese “algo”, además, vibra a través de nuestras células, capacitándonos de una inteligencia innata (para muchos un “Yo divino”) que nos permite realizarle preguntas y obtener respuestas sencillas (por ejemplo, a través de técnicas de comprobación musculares como la kinesiología) que nos ayuden a funcionar mejor en nuestra vida diaria, guiándonos en nuestros pasos a seguir…

No son fenómenos paranormales, no es magia, es Física Cuántica.

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