Permite que tus hijos reaccionen con enfado, tristeza o miedo y aprende de ellos

Permite que tus hijos reaccionen con enfado, tristeza o miedo y aprende de ellos

Muchos adultos tomamos conciencia, en algún momento de crecimiento, de haber reprimido emociones durante la práctica totalidad de nuestras vidas y, de repente, descubrimos cómo esas emociones reprimidas se han quedado “atrapadas” en nuestro comportamiento inconsciente, incluso en nuestro cuerpo, porque no hemos permitido que se expresasen cuando era necesario que lo hicieran y las revivimos asociadas a situaciones similares que ya no las requerirían.

A pesar de lo anterior, seguimos alentando a nuestros hijos a que repriman sus emociones, asociando el concepto «reaccionar» con un comportamiento que han de evitar, porque expresar miedo, enfado o tristeza automáticamente, en el mundo de los adultos que han reprimido sus emociones durante demasiado tiempo, resulta habitualmente limitante, pero no así en el mundo de los niños.

La rabia o enfado, la tristeza, el miedo, incluso la felicidad, cuando se viven en el aquí-ahora, el espacio-tiempo en el que se mueven los niños de forma habitual, tienen un motivo de ser, es decir, surgen para ayudarnos a solucionar problemas inmediatos, para dirigirnos a realizar una acción concreta de forma automática y en un breve espacio de tiempo. Después de cumplir su función, desaparecen.

Si nos enfrentamos a una amenaza, el miedo nos permitirá quedarnos inmóviles, defendernos o salir volando. Si algo o alguien se cuela en nuestros límites o nos enfrentamos a una barrera que nos impide alcanzar nuestro objetivo, el enfado nos permitirá superar la barrera e incluso el miedo primitivo a la incertidumbre. Si sufrimos una pérdida, sentiremos tristeza para que nos despidamos y soltemos lo que se haya marchado para siempre.

No son emociones negativas, se trata de una reacción puramente biológica que nos permite adaptarnos al medio, tiene una intención positiva y es parte necesaria de nuestra vida. Otra cosa es que nos resulten incómodas y que eso nos haga catalogarlas como «negativas».

La emoción o sentimiento (en mi trabajo son sinónimos) es la gran incomprendida del proceso de comunicación humano, una consecuencia directa de la educación que considera las emociones como algo innecesario, algo que nos debilita o que nos hace parecer “demasiado humanos”. Pero las emociones se ocupan de cargar nuestro cuerpo de energía productiva para que reaccionemos de un modo u otro y eso nos beneficie. Resultan imprescindibles.

afirmaciones para la autoestimaReaccionar es positivo. Asociar la palabra “reaccionar” con un comportamiento negativo, es negativo. Y sí, si has reprimido tus reacciones durante una buena parte de tu vida, sobre todo aquellas relacionadas con el miedo, el enfado o la tristeza, tus reacciones serán desproporcionadas, incomprendidas o justificadas por la existencia de “culpables” a tu alrededor (el «malo conocido»). Entonces te estarán invitando a la reflexión, no a mayor represión o a cuestionar la funcionalidad de las reacciones naturales de forma genérica.

Cuando siento miedo auténtico porque hay un peligro real frente a mí, esa emoción me estimulará para que la exprese con un comportamiento concreto. Podría estar cruzando la calle y ver aparecer un coche a toda velocidad (estímulo), pensar que podría pillarme (pensamiento), notar mi corazón acelerado (corporalidad), sentir miedo (emoción) y ponerme a correr (la reacción resultante de permitirme expresar el miedo). El miedo sería una respuesta biológica que desemboca en una reacción concreta (correr).

Igualmente, si en la cola del cine una persona adulta empuja a un niño para colarse en su lugar, un niño que no se encuentre reprimido sentirá enfado de forma natural, un enfado que expresará, por ejemplo, dando con la mano en la pierna a la persona que se cuela (porque desconoce otros modos de expresar su enfado).

El niño estará cuidando de sí mismo, de sus límites, y reaccionando de forma coherente a su enfado (la respuesta biológica). Después de reaccionar, sus padres podrán mostrarle otras formas de expresar enfado, dándole herramientas para situaciones futuras.

Todas las reacciones son necesarias si existe un estímulo que las justifica, te gusten más o menos en base a juicios o normas sociales. Si el resultado de su expresión no te satisface o no se adapta a tu entorno, te invitará a la reflexión.

Los comportamientos que desvían nuestra energía biológica a lugares “aceptables”, como podría ser la madre que se enfada con el hijo en la cola del cine, en lugar de enfadarse con la persona que se cuela, serán tan solo respuestas sociales que fomentarán la represión del niño en su vida adulta (sus límites) y generarán un cortocircuito en las reglas de funcionamiento de su naturaleza, de su cuerpo.

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¡Adelante! Eres el mejor padre que tus hijos pueden tener y se merecen tu crecimiento.

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